¿Mamá qué hay para cenar?

Preparar la comida para nuestra familia, cada día, tres veces al día es además de un desafío una gran tarea de amor, la felicidad de cocinar, si te gusta, suele verse opacada por el agobio de un tiempo escaso y de una necesidad de aportar nutrición. Terminas cada día agotada de tus responsabilidades profesionales y de madre, como para además haberte acordado de descongelar el pollo. Agotada y siempre puesta a prueba, esto no es sostenible, algo tiene que cambiar.

Un día cualquiera:

6:00

El despertador suena marcando el inicio de otro día en la maratón diaria. Entre levantar a todos en casa y preparar los almuerzos escolares apenas queda tiempo para un café antes de salir por la puerta. El día apenas comienza.

9:00

El trabajo es un torbellino de tareas y responsabilidades, entre reuniones, correos y llamadas de pronto me sorprendo pensando ¿qué voy a hacer hoy para cenar? Se me nubla la mente, no he preparado nada, no hay muchas opciones, esto me agota.

1:00

El mediodía ha llegado sin casi parar a respirar. Me pregunto, ¿cuántas veces hemos comido lo mismo esta semana? Repetir el mismo pollo o lentejas, suena tentador..¿cuántas veces he optado por la solución fácil? La culpa se asoma tímidamente.

18:00

El reloj marca la hora de llegar a casa, hacer deberes, recoger la ropa, pasar a todos por el baño; y se escucha: ¿Mamá qué hay para cenar? Es una lucha constante entre la necesidad de alimentar bien a mi familia y la falta de tiempo y conocimiento para planificar y cocinar. Esto se convierte en un peso constante.

20:00

La cena es el resultado de la improvisación, una mezcla de lo que hay en la despensa y que se parece mucho a lo que hemos comido casi todos los días. La tensión se cuela al momento de llamar a todos a la mesa. El esfuerzo por preparar comida rápida y nutritiva se ve enfrentado a las quejas de “esto no me gusta”, “esto ya hemos comido”, el corazón se me encoje, tengo un nudo en la garganta y la sensación de no poder ofrecer algo mejor a mis seres queridos me frustra, parece que ya no hago nada bien.

La desesperación se convierte en compañera silenciosa, ¿acaso no hay forma de agradar a todos? Estoy agotada física y mentalmente. En este momento la tentación de rendirse y de ceder a la facilidad de las comidas fáciles, repetitivas, sin sentido que no nutren lo necesario parece abrumadora.

Queridas madres, no nos merecemos terminar así cada día.

Por eso debemos aceptar que no podemos hacerlo todo, ni tampoco saber cómo hacerlo. Ser madre no venía con un libro de instrucciones y bastante ya tenemos con todo lo demás, pero si esto no lo tomamos con responsabilidad y seriedad terminará por arrastrarnos a la desesperación y la tristeza.

Aprendamos y disfrutemos de alimentar bien a nuestras familias sin agobios, sin estrés, sin preocupaciones. Vamos a por ello!

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